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Los huertos urbanos y su aporte a la reducción de la pobreza en Perú
La pobreza se define como la situación socioeconómica de la población que carece de recursos para satisfacer las necesidades y servicios básicos que permiten un adecuado nivel y calidad de vida. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática - INEI (2022), la pobreza monetaria en el Perú, afectó al 27,5 % de la población del país incrementándose en 1,6 puntos porcentuales en comparación con el año 2021 (25,9 %) y en 7,3 puntos porcentuales respecto a lo registrado en 2019. Esto fue registrado en el documento “Perú: Evolución de la Pobreza Monetaria 2011‐2022”, elaborado con los resultados de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO). Asimismo, se informó que el número estimado de la población pobre en 2022 fue de 9 millones 184 mil personas, incrementándose en 628 mil personas con respecto al año anterior.
¿Qué son los huertos urbanos?
Los huertos urbanos se caracterizan por ser espacios cultivados que se gestionan de manera colectiva por personas que trabajan en conjunto para mantener y cultivar estos espacios. Dichos huertos suelen encontrarse a cierta distancia de las viviendas de las personas que los cultivan, los cuales se dedican activamente a la producción y cuidado de estos. En tal sentido, este enfoque colaborativo no solo promueve la agricultura sostenible en entornos urbanos, sino que también fomenta la comunidad y la conexión con la naturaleza, al mismo tiempo que ofrece una valiosa oportunidad para compartir conocimientos y experiencias en el ámbito agrícola (Kurtz, 2001).
En cuanto a las aplicaciones asignadas a los huertos urbanos, diversos estudios académicos han señalado numerosas funciones, entre las cuales sobresalen la garantía de seguridad alimentaria y la producción autónoma de alimentos; además, se destaca su papel en la educación y concientización, proporcionando un espacio para actividades recreativas y terapéuticas (Pourias et al., 2016).
Estos huertos también son reconocidos por su contribución a la cohesión social y comunitaria, como activos beneficiosos para la salud, así como por su capacidad para ofrecer servicios ecosistémicos; por tal, presentan una diversidad de roles que desempeñan los huertos urbanos, consolidando su posición como un elemento multifuncional y valioso en contextos urbanos contemporáneos (Pourias et al., 2016).
Beneficios para las familias y la comunidad
Cuando el huerto urbano se asigna a las familias para su consumo personal, se generan alimentos que representan un ahorro económico para el hogar y, aunque este no sea cuantioso, se ha evidenciado que estos huertos urbanos también pueden representar una fuente de ingreso al vender lo cultivado, generando una solvencia para la familia (Pulido et al., 2017).
Los resultados obtenidos revelaron que los huertos urbanos se practican tanto a nivel doméstico como en entornos comunitarios. En ambos casos, representan beneficios para la comunidad al aportar al orden urbano –aprovechando espacios públicos abandonados–, a mejorar la calidad de vida de las personas, garantizando alimentos sanos para la salud.
Se identificó un caso de éxito donde el Estado implementó los huertos urbanos y se redujo la desnutrición crónica en los niños. Por lo cual, se concluyó que estos espacios ofrecen beneficios sociales significativos, en donde destaca la importancia de proporcionar conocimientos sobre prácticas agrícolas a los participantes para garantizar el éxito a largo plazo.
De acuerdo a lo expuesto, los investigadores observan que los huertos urbanos traen consigo múltiples beneficios en los entornos de la unidad familiar y con mayor presencia en los programas sociales que incluyen alimentación, pues no todos estos programas son subsidiados por el Gobierno; en muchas situaciones son emprendimientos de los poblados más alejados y con mayores carencias, para quienes el mínimo ahorro en sus gastos es significativo, contribuyendo así a la reducción de la pobreza y la mejora de la calidad de vida.